jueves, 14 de junio de 2012

¿Quién maneja al monstruo de la prima de riesgo?

Ayer soñé con la prima de riesgo. Debo estar volviéndome loco porque imaginé que encima de España aparecía uno de esos enormes Ovnis con los que nos amenaza todas las noches Iker Jiménez. Nos iba succionando a todos, absorbía país a país y nadie en la Tierra era capaz de detenerlo. Llegué a pensar que la única solución era que llegara Bruce Willis con su Armageddon para salvarnos.
Hemos alimentado un terrible monstruo llamado mercados financieros, que están devorando los sistemas democráticos y que están acabando con la soberanía de las naciones. Los especuladores han asaltado el poder y ya son capaces de cambiar gobiernos y de condicionar la vida de miles de ciudadanos. Se han organizado en guerrillas económicas y atacan sin piedad. Los Rajoy, Monti, Dragui, Sarkozy, Hollande e incluso Merkel son simples peleles que actúan bajo su dictado.
Iluso de mí, me llegué a creer que la ayuda europea a España del pasado fin de semana iba a servir de muro de contención, pero cada vez estoy más convencido de que los parches de las operaciones de rescate no son más que un cebo para tiburones. Ya han conseguido esclavizar a los pueblos griego, irlandés y portugués. Ahora nos toca a nosotros, mañana a los italianos, pasado a los franceses y terminarán también con los alemanes.
Ya se habla del segundo plan de rescate para España cuando el primero todavía no está ni diseñado. Luego vendrá el tercero, el cuarto... y terminaremos como Grecia, a punto de salir del euro y volviendo al trueque de mercancías como moneda de cambio. Nos obligarán a subir el IVA, a ampliar al máximo la edad de jubilación, a recortar el Estado del Bienestar, a bajar los salarios, a despedir a miles de funcionarios... Da igual, son insaciables.
Son monstruos que hemos alimentado nosotros mismos convirtiendo en dioses terrenales a auténticas armas de destrucción. Hemos dejado el interés público y nuestro dinero en manos de unos especuladores que sólo piensan en bonus millonarios y en pensiones estratosféricas. Hemos caído en el juego de sociedades de inversión, agencias de calificación y auditoras, que manejan nuestras vidas a golpe de ráting y de prima de riesgo. Ellos crearon e impulsaron las hipotecas subprime, y nos engañaron con Lehman y con Bankia. Son los mismos que ahora van a valorar las necesidades de la banca española. Si conviene a sus intereses, son capaces incluso de hacer daño a entidades tan solventes como Santander, BBVA o CaixaBank.
El IFO cae, el Índice de Michigan se desinfla, el PMI Manufacturero –no es una marca de leche– se desploma, la lonja de ganado de Texas cierra por obras... Cualquier excusa es buena para que los financieros nos tengan amedrentados. Si hasta se han inventado eso de la triple hora bruja para que pensemos que miles de zombies nos acechan.
La prima de riesgo y el bono a 10 años –resulta que han existido siempre, pero hasta ahora no los conocíamos– protagonizan las charlas de café de los ciudadanos, y las empresas ya no se dedican a abrir mercados y a instalar fábricas. Su única obsesión es refinanciar, refinanciar y refinanciar. Claro, así cómo van a tener tiempo para crear empleo.
La situación es tan crítica que el euro se juega su futuro en las próximas semanas. Muchos ya dan por descontada la salida de Grecia y se empieza a especular con la de España. La solución pasa por hacer más Europa y por crear un macroestado federal, liderado por Alemania, con un Gobierno fuerte que sea capaz de parar los pies al poder financiero, y meter en vereda a los países europeos que se resistan a la austeridad que requiere la actual coyuntura. Habrá que emitir eurobonos, establecer una política fiscal común y armonizar los presupuestos y las estrategias económicas. Si no, estamos abocados a una liquidación desordenada del euro.
Sólo faltaría que los mayas tuvieran razón, y que el caos actual fuera el preludio del fin del mundo, que está previsto para el 21 de diciembre de 2012. A mí, la verdad, es que me viene fatal porque cae en sábado y me estropea el fin de semana. Y, además, tengo la corazonada de que al día siguiente me va a tocar, por fin, el Gordo de Navidad. Por soñar no cobran... todavía.